Los principios del tratamiento cardiovascular implican garantizar un volumen sanguíneo circulante adecuado mediante el control de la hemorragia y la reposición de los líquidos perdidos. Cualquier paciente que esté frío, húmedo, sudoroso e inquieto está en shock hipovolémico hasta que se demuestre lo contrario.
La hemorragia externa debe controlarse mediante la aplicación de presión directa, no torniquetes, y debe obtenerse acceso intravenoso de inmediato para poder administrar líquidos.
Aliviar el taponamiento cardíaco mediante aspiración con aguja larga y realizar reanimación cardíaca si se produce una parada.
También debe realizarse un sondaje vesical para evaluar la producción de orina y, por tanto, la perfusión renal. También deben analizarse los gases sanguíneos y conectarse un monitor cardíaco.
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