Por lo general, no se permite que la dependencia temporal del médico de cabecera se convierta en permanente, animando activamente al paciente a que vuelva a ser independiente, abandonando el papel de enfermo tras un intervalo adecuado.
El médico debe evitar las consultas de seguimiento o las visitas a domicilio como rutina y sólo debe aceptarlas cuando se den circunstancias inusuales. El paciente debe saber en qué circunstancias es necesario un seguimiento, por ejemplo, si una infección torácica empeora a pesar de los antibióticos o aparece un síntoma que no se ajusta al diagnóstico actual.
El deseo del médico de ser querido e indispensable choca frontalmente con la autonomía del paciente. Los cuidados innecesarios impuestos por el médico hacen que el paciente se sienta indefenso y vulnerable y crean dependencia.
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