El hígado es un centro crítico para numerosos procesos fisiológicos. Entre ellos se encuentran el metabolismo de los macronutrientes, la regulación del volumen sanguíneo, el apoyo al sistema inmunitario, el control endocrino de las vías de señalización del crecimiento, la homeostasis de los lípidos y el colesterol y la descomposición de los compuestos xenobióticos, incluidos muchos fármacos actuales.
El procesamiento, la división y el metabolismo de los macronutrientes proporcionan la energía necesaria para impulsar los procesos mencionados y, por lo tanto, se encuentran entre las funciones más críticas del hígado.
Además, las capacidades del hígado para almacenar glucosa en forma de glucógeno, con la alimentación, y ensamblar glucosa a través de la vía gluconeogénica, en respuesta al ayuno, son críticas. El hígado oxida los lípidos, pero también puede empaquetar el exceso de lípidos para su secreción y almacenamiento en otros tejidos, como el adiposo.
Por último, el hígado es uno de los principales responsables del metabolismo de las proteínas y los aminoácidos, ya que es el responsable de la mayoría de las proteínas secretadas en la sangre (ya sea por su masa o por la variedad de proteínas únicas), del procesamiento de los aminoácidos para obtener energía y de la eliminación de los residuos nitrogenados procedentes de la degradación de las proteínas en forma de metabolismo de la urea.
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