Es importante realizar una anamnesis y una exploración detalladas y, en la mayoría de los casos, debe intentarse que el niño vuelva a la escuela lo antes posible.
Hay que reconocer los temores del niño. Si son realistas, como el acoso escolar, debe pedirse a la escuela que tome las medidas oportunas. Los padres necesitarán asesoramiento para adoptar un enfoque firme y no hostil. Debe establecerse un vínculo con la escuela, el trabajador social educativo (ESW) y el psicólogo educativo. Los profesores deben implicarse para que el niño sea bienvenido de nuevo a la escuela y no sea castigado por no asistir. El contacto con el médico de cabecera es crucial, ya que las familias pueden intentar eludir los planes obteniendo un parte de enfermedad.
En los niños pequeños de inicio agudo y reciente, los métodos directivos firmes suelen funcionar, es decir, explicar a los padres que aunque su hijo parezca muy ansioso hay que hacer que vaya a la escuela y que se calmará muy rápidamente una vez hecho esto. Los padres, con o sin el ESW, deben devolver al niño (a pesar de las protestas) lo antes posible.
En los casos más difíciles, pueden utilizarse métodos conductuales como la exposición gradual a situaciones temidas y/o el control de los reforzadores ambientales, por ejemplo, la eliminación de las recompensas por estar en casa y las recompensas por asistir, en estrecha colaboración con los padres y la escuela. A menudo se recurre a una vuelta gradual a la escuela, en etapas que el niño y los padres puedan gestionar. Los casos más resistentes, especialmente cuando se ha perdido mucho tiempo de escolarización, pueden requerir medidas educativas especiales con o sin tratamiento residencial.
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