Los tumores benignos deben extirparse si la pérdida de visión no supone un riesgo; de lo contrario, deben tratarse de forma conservadora.
Los tumores malignos deben biopsiarse y tratarse con radioterapia. Las lesiones localizadas pueden resecarse, por ejemplo, el carcinoma de la glándula lagrimal.
La quimioterapia puede ser beneficiosa en determinadas situaciones, por ejemplo, en el tratamiento del linfoma.
Abordajes quirúrgicos:
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