El tratamiento inicial consiste en reposo en cama, reducción de la ingesta de sal y espironolactona (50-100 mg al día). El objetivo debe ser una reducción de peso de aproximadamente 0,5 kg al día.
Si las medidas anteriores no reducen el peso, se aumenta gradualmente la espironolactona hasta 300 mg al día y, si es necesario, se añade frusemida, pero sólo cuando la espironolactona haya alcanzado su dosis máxima.
Existe el peligro de que la adición de diuréticos de asa precipite el síndrome hepatorrenal; los suplementos de sodio están contraindicados porque el sodio corporal total es excesivo en la cirrosis, por lo que la hiponatremia se trata mediante restricción hídrica o infusión de manitol (que aumenta la excreción de agua libre). Si este enfoque tiene éxito, el paciente necesitará una dosis de mantenimiento de espironolactona (50-200 mg/día) y una dieta restringida en sal.
Si el paciente tiene ascitis maligna, pueden ser necesarias grandes dosis de frusemida para controlar la ascitis.
Una derivación de Le Veen (peritoneo-venosa) puede ser útil en casos refractarios.
Si el líquido ascítico contiene más de 250 leucocitos por milímetro cúbico, debe iniciarse un tratamiento empírico con un antibiótico de amplio espectro no nefrotóxico.
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