Suele ser una actividad de grupo de chicos de entre 11 y 16 años.
A menudo se trata de una forma transitoria de experimentación, ya que aproximadamente el 75% deja de hacerlo al cabo de 6 meses. Las características clínicas del abuso de disolventes incluyen alucinaciones visuales, dificultad para hablar, mareos y alteraciones del juicio. El abuso crónico se asocia a signos cerebelosos con agrandamiento ventricular cerebral.
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