La MBE no puede ser simplemente lo que siempre se ha hecho: hay demasiada variación e incluso inhumanidad en el comportamiento de los médicos para que así sea. La MBE tampoco es una medicina de torre de marfil o de sillón, sino una forma de mantenerse al día en una vida profesional ajetreada. No es una alternativa a la experiencia.
La MBE tampoco es una medicina de libro impuesta desde arriba y seguida servilmente, sino un proceso activo que integra la propia experiencia del médico, las pruebas externas y las preferencias de los pacientes. Las directrices clínicas también están sujetas a este enfoque flexible.
Las pruebas clínicas externas pueden informar pero nunca sustituir a la experiencia clínica individual, y es esta experiencia la que decide incluso si las pruebas externas son relevantes para el paciente.
La MBE no es un ejercicio de reducción de costes, sino un método para buscar las formas más eficaces de mejorar la calidad y la cantidad de vida de los pacientes. De hecho, esto puede aumentar, no reducir, el coste de la asistencia.
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