La anamnesis y la exploración son esenciales en la evaluación y sustitución de la pérdida de sangre, por ejemplo, si el paciente está en estado de shock con sudoración, palidez, etc.
Las mediciones más significativas son la frecuencia del pulso y la presión arterial: una frecuencia del pulso superior a 100 y una presión arterial sistólica inferior a 100 mmHg sugieren una pérdida de sangre significativa. En las hemorragias importantes se produce un descenso postural de la tensión arterial.
El pulso y la tensión arterial son indicadores objetivos fácilmente disponibles del volumen intravascular. Sin embargo, no son ideales; por ejemplo, en un paciente hipertenso, una presión sistólica superior a 100 puede ser una indicación clara de transfusión. La presión venosa central es una medida más importante para la gestión de un paciente que ha sufrido una hemorragia grave.
El valor de la hemoglobina al ingreso dará una estimación de la pérdida de sangre. Sin embargo, una pérdida grave de sangre puede provocar hemoconcentración y, por lo tanto, la hemoglobina aumentará con respecto a su valor normal.
Si el paciente presenta hematemesis y melena, la cuantificación de estos volúmenes proporciona medidas que ayudan a identificar una pérdida de sangre significativa.
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