Como parte de la respuesta general al estrés, tras una quemadura se liberan catecolaminas. Su principal efecto nocivo es la vasoconstricción, que puede limitar la perfusión en la zona de estasis. Sin embargo, la vasoconstricción también se produce en la piel, los músculos y las vísceras no quemados, lo que puede actuar para desviar la perfusión hacia la quemadura.
Además, las catecolaminas aumentan el gasto cardíaco para contrarrestar cualquier aumento de la resistencia vascular sistémica.
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