Otros animales se adaptan al frío mediante una serie de mecanismos fisiológicos que van desde los periodos de hibernación hasta el aumento del grosor de las capas aislantes de grasa o pelaje. El hombre, más dependiente de respuestas conductuales como construir refugios, encender fuego o vestirse, dispone de muchas menos soluciones fisiológicas.
Sin embargo, una respuesta de aclimatación bien documentada es la vasodilatación inducida por el frío. Las personas expuestas a ambientes fríos crónicos tienen vasos sanguíneos cutáneos que se adaptan por vasodilatación, no por vasoconstricción. Aunque favorece una pérdida más rápida del calor corporal central, se cree que esta respuesta reduce la tendencia a la congelación en las zonas periféricas.
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