El hierro se absorbe en el duodeno y se transporta en el plasma unido a la transferrina. El exceso de hierro se retiene en las células de la mucosa intestinal en forma de ferritina y posteriormente se pierde durante el recambio celular en succus entericus. El equilibrio entre la ferritina y la transferrina en las células de la mucosa es lo que determina en gran medida el estado general de hierro del individuo.
El hierro de la transferrina se quela con la protoporfirina para formar hemo en la médula ósea, el hígado y el bazo; a continuación, el hemo se utiliza para producir hemoglobina, mioglobina y otros complejos a base de hemo. El exceso de hierro se almacena como ferritina tisular o como hemosiderina.
El hierro contenido en la hemoglobina de los glóbulos rojos se conserva eficazmente cuando éstos se destruyen: El sistema reticuloendotelial libera 30 mg de hierro al día, pero sólo se excretan 1-2 mg. La protoporfirina se convierte en bilirrubina, que se conjuga en el hígado y se excreta en la bilis.
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