Inicialmente en la colecistectomía laparoscópica, se utilizan pinzas de agarre pasadas a través de las cánulas de 5 mm para retraer el fondo de la vesícula biliar hacia el hombro derecho y agarrar la bolsa de Hartmann. La arteria y el conducto cístico se exponen y limpian con un disector, como un gancho de diatermia, que se pasa a través del trocar epigástrico de 10 mm.
La anatomía de la zona o la sospecha de un cálculo ductal pueden confirmarse en esta fase mediante una colangiografía. Se abre el conducto cístico y se introduce un catéter especializado. Se introduce un contraste y se utiliza un intensificador de imagen para la visualización. La ecografía laparoscópica es una alternativa sensible y específica.
A continuación se liga el conducto cístico con clips metálicos o de plástico y se divide con tijeras. A continuación se realiza un procedimiento equivalente para la arteria cística: algunos prefieren diatermizar ramas de la arteria en lugar de ligar el tronco principal. A continuación, se diseca la vesícula biliar de la fosa hepática mediante diatermia. Para ello es necesario retraer el cuello hacia arriba. Tras comprobar que no hay fugas residuales de sangre o bilis, se separa la vesícula y se extrae del abdomen. Para ello es necesario transferir el laparoscopio de la porta infraumbilical a la epigástrica. A continuación, la vesícula se extrae a través de la primera, mientras que la segunda actúa como canal de visualización. La extracción puede facilitarse aspirando el contenido de la víscera intrabdominal o aplastando los cálculos con fórceps o herramientas específicas.
A continuación se cierra el defecto umbilical, se irriga el abdomen y se vuelve a inspeccionar en busca de fugas y, por último, se retiran los demás trócares, se permite la salida de gases y se suturan todos los orificios de entrada abdominales.
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