La vitamina A y la mayoría de los retinoides son muy tóxicos en cantidades excesivas. Se absorben eficazmente, pero el organismo carece de un mecanismo eficiente para excretar o metabolizar grandes cargas. Los efectos tóxicos afectan a las membranas celulares y posiblemente al genoma.
La enfermedad se describió por primera vez en exploradores del Ártico que desarrollaron dolor de cabeza, diarrea y mareos tras comer hígado de oso polar. Otros signos y síntomas son anorexia, hepatoesplenomegalia, irritabilidad, dermatitis escamosa, caída irregular del cabello, dolor óseo e hiperostosis.
Se desconoce la ingesta mínima necesaria para producir síntomas tóxicos.
Los síntomas de toxicidad crónica incluyen caída del cabello, labios secos y formación de hueso nuevo perióstico.
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