Se trata de una acumulación de pus en el espacio subdural. Es aproximadamente una quinta parte más frecuente que el absceso cerebral. Rara vez afecta al espacio aracnoideo y subaracnoideo subyacente, pero puede comprimir el cerebro y producir efectos de masa.
Lo más frecuente es que se produzca tras una infección de los huesos del cráneo o de los senos aéreos. El estreptococo es el organismo infeccioso más probable, pero también pueden estar implicadas otras bacterias, como estafilococos y gramnegativos, y ocasionalmente hongos.
Suele presentarse con fiebre, seguida de letargo, disminución del nivel de conciencia y signos neurológicos focales, normalmente con rigidez en el cuello. En el 70% de los casos se producen convulsiones, como consecuencia de la afectación cortical.
El diagnóstico puede ser difícil, incluso con TC de alta resolución.
El tratamiento es el mismo que para los abscesos cerebrales. La resolución suele producirse desde el lado dural y, cuando es completa, puede dejar como única secuela una duramadre engrosada.
Si no se trata, el paciente corre el riesgo de tromboflebitis en las venas cerebrales que atraviesan el espacio subdural hasta los senos venosos durales. Esto puede provocar una oclusión venosa y un posterior infarto venoso.
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