Resolución

Algunas personas necesitan ayuda para dejar de llorar. Sienten que, de alguna manera, son desleales al fallecido si empiezan a disfrutar de la vida de nuevo, y pueden responder a un recordatorio de que él o ella no querría que continuaran en un duelo perpetuo. Otras personas permanecen encerradas en el repliegue del duelo porque, por solitario y miserable que sea, les ahorra el estrés de la adaptación a un nuevo papel. Hace falta valor para salir y hacer una nueva vida social en solitario, para aceptar el estatus tan diferente de la viudedad o la monoparentalidad. Sólo gradualmente los sentimientos de ansiedad e inseguridad dan paso a una nueva confianza. Este proceso de volver a empezar puede facilitarse con el apoyo y la amistad de otras personas que hayan pasado por una experiencia similar, ya sea de manera informal o a través de una organización como Cruse.

Muchas personas en duelo seguirán sintiéndose solas, ya que puede que no les sea posible encontrar otra relación tan satisfactoria como la que han perdido. Otros se desarrollan de nuevas formas, casi como si la antigua relación, aunque satisfaciera muchas necesidades mutuas, inhibiera al doliente de alcanzar su verdadero potencial. Una vez superado el duelo, el doliente se comporta como alguien liberado y se sorprende a sí mismo y a sus amigos al descubrir nuevos intereses o emprender actividades que durante mucho tiempo habían sido dejadas de lado por las exigencias de ganarse la vida y formar una familia. Para algunos, el descubrimiento de que se puede sobrevivir e incluso crecer a través de un duelo importante fortalece el carácter y permite vivir con más ecuanimidad que antes. Este es el resultado ideal, pero hay muchas complicaciones y obstáculos para la finalización del proceso de duelo. Reconocerlos es importante, ya que una intervención a tiempo puede aliviar parte del mayor sufrimiento y permitir que el proceso avance de nuevo, más cerca de la resolución.