Esta técnica ha demostrado ser muy útil, sobre todo en áreas en las que se ha recopilado una gran cantidad de datos aparentemente con un resultado no concluyente. Se examina la bibliografía publicada y se agrupan los resultados de todos los ensayos bien realizados (ciegos, con detalles clínicos adecuados, criterios claros de abandono, etc.) y se vuelven a analizar los datos.
Dado que normalmente sólo se publican los resultados positivos, existe una tendencia a incluir errores de tipo I (rechazar erróneamente la hipótesis conocida, asumiendo una diferencia cuando no existe). Por lo tanto, puede ser útil incluir datos que tengan una base igualmente sólida pero que no se hayan publicado. Estos datos pueden estar sujetos a errores de tipo II (aceptar erróneamente la hipótesis nula, es decir, suponer que no hay diferencias cuando en realidad sí las hay). Estos errores suelen producirse porque el número de sujetos es demasiado pequeño, pero al combinarlos en un metaanálisis se obtiene el resultado correcto.
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