La mortalidad por quemaduras está relacionada con la superficie corporal total quemada mediante una distribución sigmoidal. Una quemadura con un 100% de TBSA es invariablemente mortal, aunque existen muy pocos casos de supervivencia tras quemaduras superiores al 90%.
La supervivencia ha mejorado en los últimos años gracias a los avances en reanimación, un mejor tratamiento de las lesiones asociadas, la escisión tangencial precoz y los sustitutos artificiales de las heridas. La aparición de unidades especializadas en quemados que concentran estos conocimientos ha mejorado los resultados.
En la década de 1950, un adulto joven que sufriera una quemadura del 50% tenía un riesgo de mortalidad aproximado del 50%, mientras que hoy en día una quemadura de extensión similar tratada de forma óptima sólo matará al 5-10% de las víctimas.
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