El objetivo de la reducción es alinear y aponer los fragmentos óseos. Por lo general, la alineación correcta es el factor más importante y, si se realiza correctamente, puede permitir el retorno de la función incluso cuando las superficies de la fractura se solapan. La excepción son las superficies articulares, en las que cualquier imperfección en la reducción puede provocar artritis degenerativa. Además, la reducción en sí tiene poco valor cuando el desplazamiento es mínimo, el desplazamiento no tiene consecuencias, como en una fractura de clavícula, o es poco probable que la reducción tenga éxito, por ejemplo, en las fracturas por compresión de las vértebras.
Pueden utilizarse técnicas conservadoras y quirúrgicas. Se recomienda la reducción cerrada en todas las fracturas cerradas con un desplazamiento mínimo, en niños y en fracturas estables tras la reducción. Normalmente se utiliza un procedimiento en tres pasos. En primer lugar, se sujeta el miembro distalmente y se tira de él en la línea del hueso hasta que los fragmentos se desencajan. A continuación, se reduce la fractura invirtiendo la dirección de la fuerza original y asegurándose de que la alineación es correcta. En muy raras ocasiones, la reducción cerrada puede ir seguida de una fijación interna con clavos percutáneos.
La reducción abierta va seguida invariablemente de fijación interna y se discute con ella.
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