Tras la intervención quirúrgica, el espasmo muscular abdominal puede elevar el diafragma y provocar taquicardia. Posteriormente, se produce microatelectasia. Además, hay incapacidad para toser, lo que provoca retención de secreciones, colapso segmentario, infección torácica y pirexia. La analgesia ideal pretende minimizar estas complicaciones.
El control del dolor postoperatorio adopta varias formas:
- tranquilización psicológica; la ansiedad preoperatoria se correlaciona directamente con el nivel de dolor postoperatorio
- analgesia opiácea intramuscular intermitente; su punto débil es que, entre 4 inyecciones cada hora, sigue apareciendo dolor ocasionalmente
- infusión continua de opiáceos; eficaz, pero puede precipitar la disfunción pulmonar por depresión respiratoria
- sistemas analgésicos operados por el paciente; se administran pequeñas dosis preestablecidas a demanda
- uso de opiáceos selectivos; algunos fármacos producen menos depresión respiratoria que la morfina y pueden administrarse por vía oral
- bloqueo extradural; los pacientes que recibieron analgesia epidural, por ejemplo, bupivacaína al 0,5%, durante la intervención y las 12 horas posteriores a la misma tuvieron menos dolor que los que recibieron morfina IM intermitente
- bloqueo del nervio intercostal; no alivia el dolor visceral y existe riesgo de neumotórax
- la perfusión de las heridas quirúrgicas con agentes de acción prolongada, como la bupivacaína, puede reducir la necesidad de narcóticos
- estimulación eléctrica transcutánea (TENS); la TENS puede reducir las necesidades de narcóticos, pero no las complicaciones respiratorias
Referencia: McLatchie, G.R.,(1992). Oxford Handbook of clinical Surgery. OUP.