La enfermedad esofágica maligna puede paliarse mediante la colocación de un stent de plástico. Sin embargo, esta técnica ha sido sustituida en gran medida por métodos térmicos de recanalización, como las sondas láser, y las endoprótesis se reservan generalmente para la fístula broncoesofágica.
Los stents no pueden colocarse en el tercio proximal del esófago debido a los riesgos de compresión traqueal y asfixia por el movimiento proximal del stent. Del mismo modo, se evita la colocación en el tercio distal debido a la tendencia a la obstrucción. Los tubos comerciales tienen bridas proximales y distales para reducir el riesgo de migración.
El tumor se delimita primero mediante radiografía. A continuación se dilata hasta el calibre 54 francés y se introduce la endoprótesis con uno de los diversos introductores especializados. La mortalidad del procedimiento es elevada: hasta un 30% a los 30 días.
Una vez registrada radiográficamente la posición de la endoprótesis, se realiza una radiografía de tórax y una deglución de bario hidrosoluble a las pocas horas, para demostrar la perforación. Si no hay complicaciones, el paciente vuelve a tomar alimentos sólidos en 48 horas.
Si el paciente sobrevive seis meses, debe considerarse un cambio de endoprótesis: las de tipo PVC pierden su flexibilidad con el tiempo y los tubos de látex se desintegran.
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