Los bebés prematuros, los expuestos a asfixia perinatal y los alimentados con leche materna (hasta un factor de 15) son los que corren mayor riesgo de desarrollar enfermedad hemorrágica del recién nacido.
El recién nacido carece prácticamente de reservas hepáticas de vitamina K y esta enzima sólo está presente en bajas concentraciones en la leche humana.
El retraso en el establecimiento de la lactancia durante la primera semana tras el nacimiento puede ser otro factor de riesgo.
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