Los ataques de retención de la respiración pueden producirse desde los primeros meses de vida, pero se observan con más frecuencia al final del primer, segundo o tercer año de vida. Los ataques tienen un precipitante, por ejemplo un golpe o una caída, o un trauma emocional, por ejemplo ira, susto o frustración. A menudo, el ataque va precedido de un breve episodio de llanto. A continuación, la persona contiene la respiración, lo que provoca cianosis o palidez extrema. El ataque suele terminar sin pérdida de conocimiento, pero a veces puede terminar con inconsciencia o, en raras ocasiones, con una convulsión tónica o tónico-clónica. En caso de convulsión, puede producirse incontinencia.
Durante el ataque, los observadores pueden pensar erróneamente que el niño ha muerto porque puede estar flácido, inconsciente y de un blanco sepulcral. La recuperación de un ataque suele ser rápida. Sin embargo, algunos niños pueden permanecer aletargados y somnolientos durante algún tiempo después de un ataque.
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