La lesión puede impedir el movimiento normal, esencial para prevenir la isquemia tisular debida a la presión local. La necrosis tisular puede comenzar en las primeras horas tras la lesión. Las zonas de riesgo suelen ser las tuberosidades isquiáticas, el sacro, los trocánteres mayores, los talones y, con menor frecuencia, los hombros y los codos.
La prevención se consigue dispersando la presión uniformemente por la superficie corporal. Los medios más comunes son los giros repetidos o una cama de aire a presión. Durante la rehabilitación en silla de ruedas, es esencial un cojín especial, como el cojín Roho.
Las úlceras establecidas deben desbridarse del tejido necrótico, a menudo con la ayuda de un agente desbridante como Eusol. Las úlceras más pequeñas pueden curarse simplemente evitando más presión. La cirugía puede estar indicada si hay hueso infectado en la base de la úlcera. En ocasiones pueden utilizarse antibióticos tópicos, como perlas de gentamicina, para erradicar la infección tras el cierre.
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