La glucosa es un azúcar hexosa vital como sustrato para el metabolismo energético. Para algunos tejidos, como el cerebro, es una fuente de energía obligatoria.
Rara vez se encuentra en su forma monosacárida, por ejemplo en algunas frutas, pero en cambio abunda en los disacáridos maltosa, lactosa y sacarosa, y en el polisacárido almidón.
En el organismo, la glucosa se almacena en forma de glucógeno; ocasionalmente, otros compuestos pueden modificarse para crear glucosa, por ejemplo, en caso de inanición.
La glucosa está sometida a la regulación de un sistema de control homeostático cuyo objetivo es mantener la concentración plasmática en ayunas dentro de unos límites estrechos. Los diabéticos insulinodependientes son propensos a fluctuaciones fuera de rango: hiperglucemia e hipoglucemia tras el tratamiento.
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