El 2,3-difosfoglicerato disminuye la afinidad de la hemoglobina A por el oxígeno al unirse a la desoxihemoglobina y estabilizarla.
La hipoxia, por ejemplo debida a una enfermedad pulmonar o a la altitud, provoca un aumento adaptativo de las concentraciones de 2,3-DPG y una mejora de la cantidad de oxígeno que llega a los tejidos.
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