Los efectos adversos no son infrecuentes aunque se controlen cuidadosamente los niveles sanguíneos, y los pacientes deben ser supervisados.
Los efectos secundarios comunes dentro del rango terapéutico incluyen temblor de manos, debilidad muscular, náuseas, polidipsia y poliuria. No suelen ser peligrosos, pero pueden indicar el inicio del síndrome tóxico. El temblor es muy frecuente. También puede producirse agrandamiento de la tiroides, hipotiroidismo, cambios en el ECG, un síndrome similar a la diabetes insípida y depleción del calcio de los huesos. El paciente puede quejarse de un sabor metálico en la boca debido al tratamiento con litio. Pueden aparecer erupciones cutáneas.
El síndrome tóxico se produce a niveles superiores a 1,4 mmol/l, e implica diarrea, vómitos, ataxia, nistagmo, disartria, confusión, ataques epilépticos, que pueden conducir al coma con hipereflexia y aumento del tono muscular - y en unos pocos pacientes a daños neurológicos irreversibles. Si se produce este síndrome, hay que interrumpir la administración de sales de litio, corregir el equilibrio de líquidos y electrolitos, con diuresis forzada o diálisis, y administrar medidas sintomáticas y de apoyo, por ejemplo para las convulsiones (1).
Hay que tener en cuenta que existen determinadas circunstancias en las que el paciente corre un riesgo especial de desarrollar una reacción tóxica, como por ejemplo
La interacción farmacológica más importante del litio es con los fármacos que reducen el sodio, especialmente las tiazidas, con las que puede producirse una toxicidad significativa del litio. Otros fármacos que reducen la excreción de litio son los inhibidores de la ECA y los AINE (1).
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