Al principio de su evolución, los tumores ováricos suelen ser asintomáticos (por ejemplo, al realizar una exploración bimanual para una citología) o presentarse con síntomas inespecíficos. Puede ser difícil distinguir entre tumores benignos y malignos.
Los síntomas más frecuentes de los tumores ováricos son los siguientes
- Dolor: suele deberse a una lesión maligna que se agranda rápidamente o a una lesión asociada a endometriosis. Es poco frecuente en las lesiones benignas no complicadas.
- perímetro abdominal: puede aumentar considerablemente debido al tumor o a la ascitis. Las lesiones benignas suelen agrandarse lentamente y pueden no percibirse hasta las últimas fases de crecimiento. Una gran masa abdominal en un paciente caquéctico con pérdida general de peso puede ser un signo llamativo de una lesión maligna. Un abdomen agrandado puede causar saciedad precoz.
- Efectos de presión: un tumor grande en el fondo de saco rectovaginal puede desplazar hacia arriba otras estructuras pélvicas, distorsionando así la uretra y produciendo retención urinaria. Un tumor que presiona la vejiga puede provocar polaquiuria. En raras ocasiones, un tumor ovárico puede provocar una obstrucción del parto.
- Rotura: puede producirse una peritonitis secundaria a la rotura de un quiste grande; la rotura de un quiste maligno puede provocar la diseminación de células malignas por todo el abdomen (Pseudomixoma peritoneal).
- Efectos endocrinos: son relativamente infrecuentes. Los endometriomas y los quistes luteínicos pueden provocar irregularidades menstruales. Los tumores del estroma gonadal pueden ser estrogénicos, androgénicos o virilizantes.
- otras presentaciones posibles son el infarto/la hemorragia de un quiste, la torsión de un quiste (véanse los artículos vinculados)