Suicidio, derivado del término latino sui caedere (matarse intencionadamente), puede definirse como la muerte autoinfligida con evidencia (explícita o implícita) de que la persona tenía intención de morir (1,2).
Un intento de suicidio puede describirse como un comportamiento autolesivo con un resultado no mortal acompañado de pruebas (explícitas o implícitas) de que la persona tenía intención de morir. El acto suicida puede haber sido abandonado, interrumpido o fracasado (1,2).
Es importante que los clínicos identifiquen la intención que hay detrás de un comportamiento potencialmente autolesivo.
La falta de definiciones uniformes ha creado un obstáculo importante para una comunicación clara entre los clínicos, los adolescentes y las familias en relación con la ideación y los comportamientos suicidas. El Algoritmo de Clasificación de Columbia para la Evaluación del Suicidio (C-CASA), creado como instrumento de investigación, puede utilizarse para estandarizar la terminología en la práctica clínica (1).
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