La leucemia mieloide crónica es una proliferación clonal maligna de una célula madre hemopoyética anormal. Durante un periodo de muchos meses, la línea celular se expande, produciendo tipos de células mieloides. La hemopoyesis normal se sustituye gradualmente. (1,2,3)
La leucemia mieloide crónica representa el 20% de todas las leucemias. Se presenta sobre todo en personas de mediana edad y ancianos y se caracteriza por una leucocitosis marcada, una serie mieloide desplazada a la izquierda y, en el 95% de los pacientes, el cromosoma Filadelfia.
La LMC se desarrolla de forma insidiosa. Los síntomas iniciales suelen ser inespecíficos y deberse a anemia o hipermetabolismo. Son frecuentes la debilidad, la pérdida de peso y la fatiga. La esplenomegalia masiva es característica y puede causar dolor hipocondrial izquierdo.
Aproximadamente el 90% de las personas con LMC presentan una fase crónica indolente de la LMC, definida como blastos inferiores al 10% en la sangre o la médula ósea, ausencia de evidencia extramedular de leucemia, basófilos inferiores al 20% y recuento de plaquetas de 100 a 1000 × 109/L (3):
El trasplante alogénico de médula ósea, único tratamiento curativo de la LMC, se asocia a una morbilidad y mortalidad considerables y se limita a los pacientes que disponen de un donante adecuado.
Desde el año 2000, los inhibidores de la tirosina cinasa (ITC) de primera generación, como el imatinib, y los ITC de segunda generación, como el bosutinib, el dasatinib y el nilotinib, han mejorado la mortalidad relacionada con la LMC del 10% al 20% anual al 1% al 2% anual, de modo que los pacientes con LMC tienen tasas de supervivencia similares a las de una población general emparejada por edad (3).
Nota:
Referencias
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