Descrito por primera vez hace más de 2.500 años, el delirium, derivado de la palabra latina delirare (desviarse de un camino recto), es un síndrome agudo y fluctuante de alteración de la atención, la conciencia y la cognición causado por una afección o acontecimiento subyacente en personas vulnerables (1,2,3).
Definición CIE-10 de delirium no inducido por alcohol y otras sustancias psicoactivas:
"Síndrome cerebral orgánico etiológicamente inespecífico caracterizado por alteraciones concurrentes de la conciencia y la atención, la percepción, el pensamiento, la memoria, el comportamiento psicomotor, la emoción y el horario sueño-vigilia. La duración es variable y el grado de gravedad varía de leve a muy grave" (4).
El delirio puede dividirse en tres subtipos:
La causa puede establecerse a las pocas horas del ingreso en más del 90% de los casos y, cuando se ha tratado la causa subyacente, la recuperación total de la función mental es la norma. Por lo tanto, no reconocer el delirio e iniciar la rutina diagnóstica adecuada es un grave error clínico.
Puede ser difícil distinguir entre delirio y demencia, y algunas personas pueden padecer ambas enfermedades. Si existe incertidumbre clínica sobre el diagnóstico, la persona debe ser tratada inicialmente por delirio.
Referencia:
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