La epilepsia se define como la tendencia a sufrir crisis continuas.
La epilepsia es el problema neurológico pediátrico más frecuente. Se estima que entre el 0,7 y el 0,8% de los niños en edad escolar padecen epilepsia activa (1).
El 60% de los pacientes adultos con epilepsia tuvieron su primer ataque durante la infancia.
Se recomienda que todos los niños que hayan tenido una primera crisis no febril sean visitados lo antes posible por un especialista en el manejo de las epilepsias para asegurar un diagnóstico preciso y precoz y el inicio de una terapia adecuada a sus necesidades (2,3).
Siempre que sea posible, hay que elegir el fármaco antiepiléptico (FAE) que se va a ofrecer en función del síndrome epiléptico de presentación. Si el síndrome epiléptico no está claro en el momento de la presentación, basar la decisión en el tipo o tipos de crisis (3).
Un gran ensayo multicéntrico (el ensayo SANAD) que evaluó los nuevos fármacos en la epilepsia recién diagnosticada (aceptando algunas limitaciones) sugirió que el valproato sódico debería ser el fármaco de elección en las epilepsias generalizadas e inclasificables, y la lamotrigina en las epilepsias focales (3).
Referencias:
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